Rita Gironès, colaboradora La Voz de Michoacán Custodiar un conjunto artístico de renombre implica asegurar, principalmente, su buena preservación. Pero además esconde algunas dimensiones que el espectador no siempre conoce: por un lado, el camino íntimo y familiar de la obra cuando se es la propia hija del artista quien la salvaguarda; por otro, la encomienda solícita de querer compartir ese trabajo al mundo para el goce e inspiración de los demás. Alejandra Matiz se ha entregado a la tarea de hacernos partícipes de la fotografía de su padre, el extraordinario Leo Matiz (1917-1998), considerado uno de los grandes fotógrafos del siglo XX. Ella fue la niña de sus ojos y, de mayor, sería quien remaría por los dos en los momentos de mayor oscuridad para el artista. El fotógrafo colombiano sufrió un terrible accidente en 1978 cuando perdió un ojo en un ataque violento donde pretendían el robo de sus cámaras. Alejandra, que había estudiado en Italia y ya vivía en Nueva York trabajando como restauradora de arte, decidió regresar a Colombia para dedicarse de lleno a su papá y a la recuperación de su sentido de vida tras el malogrado incidente: “Tuvo desprendimiento de retina y córnea y nunca volvió a ver por ese ojo. Mi papá decía: Si un ojo es tan importante para un caballo, imagínate para un fotógrafo. Fue un declive para él”. Sin embargo, logró que el fotógrafo saliera de la finca donde vivía y junto a la directora del Museo de Arte Moderno (Gloria Zea, esposa de Fernando Botero) logró que se realizara en aquel momento una exposición retrospectiva de su obra. Ese fue el principio para no dejarse caer. Leo Matiz volvería a fotografiar con un solo ojo y con el tiempo diría que no necesitaba ver con los dos para hacer una fotografía, porque “simplemente la sentía”. Desde 1978, la hija del sobresaliente artista con reconocimiento internacional, se ha ocupado de la preservación y divulgación de su obra fotográfica. A través de la Fundación Leo Matiz, cuyas respectivas sedes operan en la Ciudad de México y Bogotá, Alejandra ha realizado un trabajo impecable de generosidad y enaltecimiento de la obra de su padre y mentor, nacido también en Aracataca como lo hiciera el galardonado García Márquez. La relación de Matiz con México fue muy estrecha y emotiva, más de 200 fotografías a su amiga Frida Kahlo o su gran amistad con el muralista Clemente Orozco, por poner un ejemplo de la querencia que no sabe de fronteras. ¿Qué querías ser de niña? Quería ser poeta y actriz de teatro. Yo era la poeta del colegio y escribía para llevar a cabo obras de teatro. Siendo hija de artista, ya me encaminaba en esa dirección... ¿Qué quieres ser ahora? Estoy contenta con lo que he hecho, también quisiera terminar mi carrera y lo que vine a hacer en este mundo. Aunque he hecho 40 libros sobre mi papá, quiero hacer uno propio, desarrollar la faceta más desconocida de Alejandra Matiz. Lleva por título “Geisha Latina”. Fotografías y haikús, vestida de geisha alrededor del mundo, Japón, Italia, etc. Por suerte he sido fotografiada por artistas muy buenos de muchos lados, la mayoría amigos míos. Principal rasgo de tu carácter. Fuerte y a la vez muy sensible. Generosa. ¿De qué crees que sirve el arte en un mundo tan caótico como el que vivimos? Pienso que es tan necesario... De otra manera, dime, ¿cómo vivimos sin arte, sin pintura, sin música? ¿De qué te sientes orgullosa? De ser la hija de Leo Matiz. ¿Qué cualidad admiras de las personas? ¿Qué detestas de la gente? Yo me voy mucho por el feeling, siento la energía, la simpatía de los demás. Y cuando siento un rechazo por algunas personas, trato de alejarme y estar tranquila. Hacer mi libro, llevar a cabo mis proyectos sin dejarme contaminar. No tener ese desasosiego, ni estar todo el tiempo molestándome si no me permiten trabajar en paz. Lo que quiero es cuidar del acervo de mi padre y hacer mi vida. ¿De dónde viene de tu amor por los haikús? Verás, cuando yo era una niña, yo veía películas japonesas, a la chica que nos apoyaba en casa le encantaban. Y una vez llegué a mi papá y le dije: “Papá, ya sé qué quiero ser de grande: ¡Geisha!”. Él se quedó impactado y sólo preguntó quién me estaba metiendo esas ideas en la cabeza. Siempre quería disfrazarme de japonesa. Siempre quise viajar a Japón y cuando una vez me invitaron a una exposición de Diego Rivera en Corea, me sentí contentísima. Estuve en Corea una semana y de ahí, compré mi pasaje a Japón. Fue un viaje maravilloso, ¡ya no me quería regresar de allí! ¿Cocinas normalmente? ¿Tienes buena sazón? Sí, me gusta mucho. Me encanta la cocina japonesa, la cocina italiana, y claro, la cocina colombiana. De la mexicana solamente algunas cositas, no soy amante del picante. Me fascina el agua de jamaica, de horchata (que curiosidades aparte, viene de Valencia). En fin, me encanta la comida, y especialmente la oriental. ¿Crees en el destino? Sí, sí creo. ¿Qué es para ti la Cultura, Alejandra? La Cultura es todo, sin Cultura no hay nada. Y cuando digo Cultura me refiero a sentarnos en la mesa, a vestir, a aprender, a degustar, incluso para hacer esta entrevista contigo, todo es Cultura. Por ejemplo, adentrarse a descubrir sobre Morelia, por qué nace esta ciudad, cuál es la historia detrás de esta ciudad bellísima y colonial, su pasado, su presente. Uno no puede pasar por el mundo sin aprender de todo. Ahora ya casi no leemos… Necesitamos dejarnos empapar de conocimiento. Rita Gironès, escritora, docente y artista escénica. Catalana y mexicana. Lleva 20 años residiendo en Michoacán trabajando activamente por la cultura. Apasionada de las Humanidades, obtiene el Premio Nacional de Dramaturgia en México, 2022. facebook: Rita Gironès instagram: ritagirones