ESPACIO SOLARIS / Los iluminados

Hoy, entre alfombras rojas y escaparates, nos encontramos en una época donde se debería priorizar más en la actuación que en la imagen.

Por: Juan Pablo Arroyo Abraham

En el año de 1920 nace en Hollywood el llamado Star System, cuya función primordial era crear, promover y explotar a los actores para fortalecer así a la industria cinematográfica en términos financieros. Su objetivo era y sigue siendo, la creación de personajes cuya imagen instalara un sentido de pertenencia, respeto y admiración en la sociedad, es decir, los estudios de cine objetivaban a las personas transformándolas en un mero artículo. Pero como en todo mercado de valores no toda la mercancía es inservible, hay productos que cumplen sobradamente su función. De esa época sobresalen “estrellas” como Cary Grant, Joan Crawford y Rock Hudson, cuyas interpretaciones en películas como Notorious (1946), Possessed (1931) y Giant (1956), dejaron claras sus virtudes y atributos como hacedores de la disciplina actoral.

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Pero el Star System no solo se convirtió rápidamente en una fórmula para hacer dinero, sino que fungió como una especie de blindaje que ocultaba la vida personal de los actores. En esos años cuando la moral y el buen comportamiento eran principios básicos en la sociedad, era sumamente importante “esconder” los abusos y travesuras que los actores cometían en su intimidad, siendo así el caso de Rock Hudson, quien después de años de interpretar al galán empedernido y enamorar a sus seguidoras, declara que tiene sida y que es homosexual. Esto definitivamente no le convenía a los estudios cinematográficos ya que derivaba en una caída en sus ingresos y afectaba la imagen de sus estrellas, que con noticias como estas, se apagaban hasta dejar de existir.

Los grandes inversionistas de Los Ángeles no podían depender del buen o mal comportamiento de los que daban la cara por ellos: sus actores y actrices; y es precisamente cuando, estratégicamente, incrementaron la brecha entre la persona y el personaje, es decir, sin importar sus preferencias sexuales, sus hábitos y sus costumbres, Hollywood debía fortalecer la fachada del personaje, de ese producto que ya era recibido por el público con ciertas etiquetas y características específicas. En pocas palabras, encapsularon a sus estrellas y las convirtieron en seres intocables e inalcanzables: en iluminados.

Como toda acción lleva a una reacción, los actores comenzaron a subsistir en este nuevo universo, el de la fama y el poder. Es decir “se la creyeron”. Lo que inicialmente nace como una estrategia económica, poco a poco se convirtió en un estilo de vida. La industria había logrado su objetivo: ponerle precio a sus artistas. Mientras ellos (los actores) vivían en un mundo de excesos y plasticidad, los estudios engordaban sus carteras explotándolos a diestra y siniestra. Cada uno perseguía sus intereses; por un lado, las empresas cinematográficas, crecer el negocio y por el otro, los actores, crecer su ego. Y es precisamente en ese exceso de ego donde radica la enorme distancia entre “el talento” y el resto de la humanidad. Sí, talento, es como se le llama a las estrellas. Como si los otros integrantes del “crew” no fueran talentosos.

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Injusticias y diferencias existen en todos los espectros sociales. La pobreza vs la riqueza, el poder vs la vulnerabilidad, la presencia vs la invisibilidad, pero ¿que no es el arte una herramienta para erradicar esa brecha?, ¿que no es el cine una expresión cuya función original era la de pluralizar la cultura?, ¿en qué momento este instrumento tan poderoso se transformó así mismo y transformó a sus estrellas en un circo mediático?. Hoy, entre alfombras rojas y escaparates, nos encontramos en una época donde se debería priorizar mas la actuación que la imagen.

Hace unos días, mientras grabábamos un podcast con el actor Luis Alberti, me comentó algo que por muy simple que parezca me sonó más que razonable: “el talento” debería nombrarse “departamento de actuación”, así como se le llama al departamento de fotografía, al de producción, al de arte, al de sonido, etc.

Hacer una película es un esfuerzo colectivo y es así como debería de llevarse a cabo, desde el entendimiento que cada pieza es tan importante como la otra.

Pero volviendo al meollo de este “quasi” irresoluble dilema: si no comenzamos a promover la igualdad en la industria cinematográfica ahora, será una tarea imposible hacerlo en un futuro. ¿O será conveniente dejar que la vida misma cobre factura y que este sistema de estrellas se ahogue en su propia luz?.

Espacio Solaris es un espacio de exhibición cinematográfica independiente, alternativo e incluyente ubicado en el corazón de la ciudad de Morelia. También es el hogar del podcast Butaca 39 y de la Muestra de Cortometraje Contemporáneo 5C.

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