Yazmin Espinoza, colaboradora La Voz de Michoacán “Vivo orgullosa de ponerles letra a los pensamientos y a las experiencias de muchas mujeres, de muchas personas y más orgullosa estoy de que hayan sido una herramienta de construcción de cosas que no estaba, y de deconstrucción para las que estaban mal” Cazzu, “Perreo” Si hace un año alguien me hubiera preguntado quién era Cazzu, probablemente habría respondido que no tenía idea. No porque no existiera en mi radar cultural, sino porque honestamente no suelo escuchar reguetón ni trap. Lo asociaba, erróneamente, con un universo sonoro que no era para mí. Un territorio lejano, lleno de palabras que no me hablaban. O eso creía. Recientemente, supe de ella como mucha gente lo hace hoy en día: por las redes sociales. Un episodio de su vida personal, del que no hablaré en esta columna, porque no es eso lo que importa, la puso en el centro de una conversación pública. Aun así, me mantuve al margen. No la juzgué, pero tampoco me acerqué. Fue hasta que vi el anuncio de su libro, Perreo. Una revolución, y leí su sinopsis, que algo se encendió en mí. "¿Se puede ser feminista y reguetonera al mismo tiempo?" Esa fue la pregunta que me hizo abrir el libro. Una pregunta que he tenido en la cabeza durante años y que a veces me incomoda reconocer. Porque también me pasa: escucho una canción con ritmo irresistible, pero cuando presto atención a la letra, se me descompone el cuerpo. ¿Cómo bailar algo que me borra? ¿Cómo disfrutar una melodía que me convierte en objeto? Pero Cazzu no esquiva esa incomodidad. Perreo es su forma de abrazarla y devolverla al mundo con dignidad. Su libro es, al mismo tiempo, un manifiesto y una autobiografía. Habla de la sexualidad como poder, del deseo femenino como discurso legítimo, y del derecho a ser, y sonar, sin pedir permiso. Con la voz clara de quien ha pasado por el fuego y ha aprendido a nombrarse sin miedo, Cazzu pone en palabras lo que muchas hemos sentido al habitar espacios que, históricamente, nos han querido silenciar. Y lo hace desde su trinchera: la tarima, la letra, el beat. Confieso que Perreo me voló la cabeza. No porque me haya convertido de inmediato en fan de su música, eso vino después, sino porque me ofreció una mirada que nunca había considerado. En sus páginas hay una lectura profunda del reguetón como fenómeno político, social y cultural. Cazzu no solo defiende el derecho a perrear, sino que lo teoriza, lo encarna y lo politiza. Reivindica a la “perra” como figura de resistencia: esa mujer libre, desinhibida, que se sabe dueña de su cuerpo, su placer y su deseo. Esa mujer que no se disculpa por ser. "El reggaetón incomoda y despierta la cólera en los más conservadores", escribe. "Porque propone otra mujer, una perra desinhibida que controla su cuerpo, sus decisiones y su sexualidad". Y yo, que he llenado cuadernos con lecturas feministas, sentí que esta artista me estaba enseñando algo que los libros aún no me habían dicho con tanta contundencia. Uno de los grandes logros del texto es cómo se entreteje con otras voces. Cazzu dialoga con Tokischa, Anitta, Ivy Queen, Ñengo Flow, Noriel. Pero también con Virginie Despentes, Caparrós, Elisabeth Cadoche, Charlotte Perkins. Lejos de ser una improvisación editorial, el libro tiene estructura, rigor y una inteligencia subversiva. Y eso no se da todos los días. En las conversaciones que incluye y las referencias literarias que cita, se nota el trabajo, el tiempo, la lectura y la reflexión. Se nota que Cazzu no está improvisando discurso, sino construyendo pensamiento desde la experiencia, desde la contradicción y desde la pregunta. ¿Cómo hacer música desde un género que puede ser sexista y, al mismo tiempo, usarlo para empoderarse? ¿Cómo decir "yo también deseo", sin que eso se convierta en una condena? "Las reggaetoneras son una utopía", escribe. "Ejercen su derecho al sexo sin correr peligro y sin preocuparse por la condena social". Y ahí está el corazón del libro. El reguetón que ella canta no es el que cosifica, sino el que devuelve el cuerpo a su dueña. El que transforma la pista de baile en territorio libre. El que no necesita pedirle permiso a nadie para ser. “La más importante y prominente razón de por qué no se nos permite vender sexo es porque nosotras somos el hogar. Somos las amas de casa, las madres de los niños y las madres de nuestros maridos”, señala. Me dolió darme cuenta de que durante años juzgué sin entender. Que fui parte de quienes desestimaban a mujeres como ella, creyendo que su música no tenía mensaje. Perreo me hizo volver a sus letras, a escucharlas ahora con otros oídos, y descubrir que ahí estaban todo el tiempo: las preguntas, las denuncias, las heridas, las ganas. Cuando Cazzu dice que muchas personas la conocieron por su relación con un hombre, pero que ahora, ya que la conocen, tiene mucho que ofrecer, yo aplaudo de pie. Porque hay una dignidad enorme en usar el foco para hablar de lo que importa. Porque hay un coraje inmenso en capitalizar el dolor y transformarlo en arte. “Cuando una mujer capitaliza sus desgracias, compone un acto de justicia”, escribe. Y yo no podría estar más de acuerdo. Perreo es un libro que incomoda, cuestiona y al mismo tiempo libera. Una obra que expande la conversación sobre el feminismo, no desde el púlpito académico, sino desde la tarima encendida. Desde el cuerpo que baila, que canta, que no se deja. Un libro que me hizo preguntarme de nuevo qué significa ser mujer hoy, y desde dónde queremos contarlo. Cazzu me recordó que las trincheras son muchas, y que todas importan. Y cuando una mujer toma el micrófono, o la pluma y se atreve a decir lo que siente, no solo está contando su historia. Está escribiendo la nuestra. Sobre Yazmin Espinoza Comunicóloga enamorada del mundo del marketing y la publicidad. Apasionada de la literatura y el cine, escritora aficionada y periodista de corazón. Mamá primeriza. Lectora en búsqueda de grandes historias. Instagram: @historiasparamama