Ashley Rodríguez / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. - La riqueza cultural de Michoacán llega al Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) con el largometraje “Entre sones, abajeños y oberturas”, de la cineasta uruapense Ingrid Franco, quien retrata desde dentro la vida de la Banda Sinfónica Juvenil "Músicos de Tiríndaro", un proyecto que nació como parte de su titulación universitaria y terminó convirtiéndose en un homenaje audiovisual a la tradición musical purépecha. En entrevista exclusiva para La Voz de Michoacán, Franco explicó que la idea surgió durante sus años de estudio en la licenciatura de Literatura Intercultural. “Gracias a mi carrera tuve la fortuna de encontrarme con muchos amigos que forman parte de la banda sinfónica. Ellos me invitaron varias veces a sus tocadas en fiestas tradicionales y al acompañarlos me di cuenta de una realidad totalmente ajena para mí, que sin embargo estaba tan cerca. Eso me impactó mucho y pensé que necesitaba mostrarse en la pantalla grande”, relató. La directora acompañó a la agrupación durante casi dos años en sus presentaciones, lo que le permitió construir vínculos personales y generar confianza. “Mi intención al hacerlo era que no se viera como una mirada ajena, sino como una mirada desde adentro, de cómo es esta vida dentro de la agrupación, cómo son sus experiencias y sentires”, explicó. El proyecto se consolidó gracias a la apertura de los propios músicos. “Desde un inicio me acogieron, me dieron todas las facilidades. Me dijeron: lo que necesites, cuenta con nosotros. Eso permitió que pudiera retratar su vida cotidiana y el esfuerzo que hay detrás de cada presentación”, añadió. Identidad purépecha, memoria y homenaje El filme no solo documenta las actuaciones de la banda, sino que se adentra en la relación entre música e identidad. Para Ingrid Franco, este aspecto fue crucial. “Se me hace algo muy importante trabajar un tema tan ligado a la identidad purépecha. Estudiar literatura intercultural me abrió las puertas a ver otras realidades, otras formas de vivir la cultura y de apropiarse de ella. Con la cámara era necesario aterrizar todo eso que estaba en mi cabeza”, comentó. En este sentido, la cineasta subrayó el cuidado que tuvo durante la filmación. “No es como la ficción, en la que uno controla todo. Aquí lo que pasara había que grabarlo porque no se repetía. Siempre tuve cuidado de no incomodar a los músicos ni a la gente de las comunidades. Hubo cosas que decidí no grabar o no incluir en el montaje, porque para mí era importante mantener una línea de respeto”, enfatizó. El largometraje funciona también como un ejercicio de preservación cultural. “Lo veo como un soporte para la memoria, como un homenaje a los músicos de Tiríndaro que han entregado su vida a mantener viva la tradición musical y a enseñarla a nuevas generaciones. Para la gente de la comunidad es un regalo; para los demás espectadores, una ventana a otra realidad”, señaló. Franco añadió que espera que el público externo a las comunidades se acerque de manera respetuosa a esta tradición. “Michoacán es un estado muy diverso. No es lo mismo una fiesta patronal en Morelia que en Pátzcuaro o Cherán. Me gustaría que la gente que habita en otras regiones vea el documental y se interese por conocer estas tradiciones sin folclorizarlas, viéndolas como algo profundamente humano”, dijo. Un debut motivador El estreno de su ópera prima en el FICM representa para Ingrid Franco un punto de inflexión en su carrera. “Me emociona mucho que mi primer trabajo audiovisual se presente en este festival. Me siento orgullosa y satisfecha, pero también muy motivada. Me dejó una espinita de seguir haciendo cine documental; si lo logré con este primer trabajo, sé que podré hacerlo con los que vengan”, afirmó. Finalmente, Franco reflexionó sobre la importancia del cine documental en la conservación de las identidades culturales. “Es una herramienta muy poderosa porque no solo cuida lo auditivo, sino también lo visual y lo sensorial. Pero lo más valioso es que las mismas comunidades tengan estas herramientas para retratar su propia realidad y su forma de ver la vida. Eso es aún más importante que hacerlo desde afuera”, concluyó.