El engaño del aguacate: la fruta mexicana que España hace suya y produce para Europa

El 90 por ciento es cultivado en las tierras de Granada y Málaga: aquí, el oro verde mexicano tiene acento andaluz y, en lugar de rancheras canta flamenco

Liliana David, colaboradora La Voz de Michoacán

El aguacate, la suculenta fruta que no debe faltar nunca en un buen plato de pozole para estas fiestas mexicanas y michoacanas, es hoy uno de los superalimentos del mundo. La tendencia en su consumo se ha ido disparando en los últimos años en varios países europeos, como Francia, Alemania y Reino Unido, de manera que ya no son sólo los estadounidenses los que quieren encontrar todo el año el aguacate hass, su variedad más popular, sino que ahora la demanda de este tipo de aguacate ha crecido también a pasos agigantados entre la población de Europa.

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Esa demanda es hoy cubierta principalmente por la producción de España, el país que se apropió del fruto americano en el siglo XVI, y que se ha convertido ahora en el proveedor del “oro verde mexicano” entre los comensales europeos. Actualmente, el país ibérico cuenta con una importante cadena de comercialización en Andalucía, donde se cultiva gracias al clima mediterráneo subtropical de la región sureña, el cual permite mantener su producción y sostener su oferta.

Después de compartirles esta puntual información, a manera de contexto, tengo que confesarles, estimados lectores, el engaño en que he vivido todo este tiempo, al creer que el aguacate que consumía en España era importado de México, cuando resulta que el 90 por ciento es cultivado en las tierras de Granada y Málaga: aquí, el oro verde mexicano tiene acento andaluz y, en lugar de rancheras canta flamenco.

Este descubrimiento me hizo reparar en que también el aguacate que comemos en tierras españolas es un aguacate transterrado. ¿Qué les parece? El asunto, debo admitirlo, me dejó perpleja y hasta alteró la percepción de algunos gustos eventuales que me daba de vez en cuando, como el de ir ocasionalmente a comerme un guacamolito con nachos en el restaurante “El chaparrito”, en la calle Mayor del centro madrileño, donde creía estar degustando un guacamole cien por ciento mexicano, cuando no era verdad. ¡Oh, alma de cántaro!, me dije a mí misma, empleando esa coloquial expresión que suelen usar en España para referirse a los inocentes e ingenuos. De pronto, se me desvelaba algo completamente desconocido. ¡Lo que se pierde uno por creer la mayoría de las veces que la cultura sólo está en los grandes museos! Pero ¿cómo fue que salí de este engaño?

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Como es frecuente que ocurra, el origen de todo nació de la casualidad. Un día cualquiera salí de compra al supermercado, y allí me tropecé con la realidad del aguacate español. Desde esa tarde, supe que había ahí un interesante fenómeno que, como buena periodista y filosofa curiosa, debía investigar un poco más. Por ese motivo, acabé contactando por teléfono a un experto español, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), para formularle algunas preguntas. Pero eso lo dejaré para más adelante; antes, déjenme seguirles relatando los detalles de aquel descubrimiento casual, el cual se produjo al mirar por primera vez la etiqueta de los aguacates.

Me había llamado la atención el precio que tenían ese día: 99 céntimos de euro el kilo (unos 21 pesos, aproximadamente). ¡Qué inmejorable precio!, me dije mientras recordaba que, de las últimas veces que lo he comprado en Morelia, nunca lo había conseguido por menos de 35 o 40 pesos. Justo en ese instante, miré la información del envasado y leí: “origen España”. “Pero ¿cómo es posible? ¡Un aguacate de origen español! ¡Si el aguacate es de México! La verdad es que no grité en el supermercado para no llamar la atención, pero les juro que ganas no me faltaron. A partir de ahí, me entró la curiosidad y empecé a indagar.

Lo primero que hice fue darme a la tarea de recorrer cautelosamente varios supermercados en los siguientes días, mirando las etiquetas y haciendo alguna que otra foto a los aguacates. Debía ser cuidadosa, para que las dependientas no pensaran nada raro ni me preguntaran el porqué de aquellas fotografías, sobre todo porque al final casi nunca los compraba. Transcurridas varias salidas, fui encontrando más información. Para mi sorpresa, algunos aguacates no sólo revelaban su origen español, sino que descubrían otros, como Marruecos o Perú.

¡Ni uno de México! No lo podía creer. Luego, empecé a preguntarle a mis amistades, familiares y vecinos, incluso metiendo el tema en momentos en que no venía al caso, si sabían de dónde era originario el aguacate que se consume por estas tierras de cañas de cerveza y tapas de jamón serrano. Tengo que decirles que me sorprendieron, y hasta me sonrojaron las respuestas, al comprobar que la mayoría ignoraba que el aguacate fuera un fruto de origen mexicano. Algunos tenían una remota idea de que procedía de Latinoamérica y citaban a Ecuador, Venezuela, Chile, Perú y hasta Cuba. No se equivocaron los que mencionaban a Chile y Perú porque, durante la mitad del año, el aguacate que se importa en España procedía de esos dos países. El resto del año, como ya les comenté, salía de los campos andaluces (en concreto, de las zonas costeras de Málaga y Granada, que concentran el 90% de la producción nacional), pero también de la Comunidad Valenciana y Canarias, que han estado ganando protagonismo. Se calcula que, en 25 años, podrían adaptarse nuevos híbridos que sean resistentes al frío, abriendo así la posibilidad de cultivar variedades mexicanas, como el hass o fuerte, en las zonas del norte español.

Precisamente, es en Galicia y en Asturias, dos regiones septentrionales, donde se está experimentando con su cultivo en pequeños huertos de propietarios que no se dedican a comercializarlo, sino a consumirlo de forma casera, una situación muy distinta a la del sur español. Gracias a una amiga, supe del caso de una familia gallega (aunque el marido es andaluz) que tiene su huerto en casa. Mi amiga me pasó el contacto y pude hablar con ellos. Trini Silva, una mujer que vive en un pueblo pequeño llamado Cambre, a diez minutos de la ciudad de Coruña, hace tres años que plantó un árbol de aguacates en el huerto de su casa, gracias al regalo de un amigo de la familia.

Me cuenta que, desde entonces, el árbol ha crecido unos siete metros de altura y en tres años le ha dado unos 50 aguacates: “¡Y eso que no he regado mucho el árbol! -me comenta -, pero, con las lluvias que tenemos aquí y el sol que nos da casi todo el día, va creciendo. Tal vez, si lo regara más, me daría más frutos, pues mucho me han contado de sus beneficios”. En efecto, le hablo a Trini de las grandes propiedades del aguacate y de paso le pregunto si conoce el significado de su nombre: ahuacatl, en lengua náhuatl, que significa ‘testículos’ del árbol. Al oír aquello, y como buena española, exclamó: “¡Hay que joderse!”. Estallé en carcajadas. Después de mostrarme una fotografía de su árbol de aguacates, me pidió recetas para comerlo, ya que, siendo yo mexicana, seguro que conocería muchas, así que quedamos pues en contacto.

Por su parte, Iñaki Hormaza, investigador del CSIC y director del grupo “Mejora y biología del desarrollo de frutales subtropicales” de la Universidad de Málaga, me cuenta: “Fue en el siglo XVI cuando el aguacate llegó a Europa, cuando lo introdujeron los españoles que estuvieron en América, pero su comercialización no se consiguió con éxito hasta los años ochenta. Hoy, en España habrá unas 25 mil hectáreas de cultivo de aguacate y es el principal, mejor dicho, casi el único productor en Europa”. ¿Y por qué no se trae de México?, le pregunté. “Bueno, generalmente México prefiere exportarlo a Estados Unidos, por cercanía: es su mercado natural”.

Pero ¿es muy costoso importarlo?, insistí. “El problema -me responde el investigador- es que la fruta hay que recolectarla un poquito más temprano que si fuese fruta española, porque, para traerla de Latinoamérica, hay que ponerla en barco unas cuatro o cinco semanas desde Perú o Chile; si viniera de México, tendría que ponerse en avión dos horas y luego dos semanas en barco, saliendo desde Estados Unidos. Pero creo que es por temas de logística, ya que actualmente es más fácil exportarlo a su país vecino, y el precio que alcanza es tan alto que no les compensa. Pero podrían exportarlo a Europa tranquilamente si lo quisieran hacer”, añade.

Hoy en día, durante la mitad del año, el aguacate que llega a España de Latinoamérica procede principalmente de Perú y Chile, y sólo en algunas cadenas de comercio, como la gringa Costco, se encuentra alguna vez el aguacate mexicano, un fruto michoacano casi sin presencia en el país con el que, irónicamente, tenemos más elementos culturales, históricos e idiomáticos en común. Pero en esta historia hay muchas incógnitas que quedan por despejar y que dan que pensar, como el hecho de que la planta del aguacate requiera de grandes cantidades de agua para su cultivo. Se estima, de hecho, que son necesarios alrededor de dos mil litros de agua por cada kilo, lo cual añade una complicación si pensamos en el preocupante problema de las sequías.

Frente a ello, en España se están buscando algunas posibles soluciones que optimicen el uso del agua y satisfagan la demanda que no para de crecer. Sin duda, el cambio climático es una realidad que afectará al cultivo de aguacate en el país que sea, pero mientras la desaforada demanda se mantenga, el negocio del oro verde intentará seguir sobre ruedas y permanecer fiel a la lógica de la globalización y el mercado. Así que lo que nos queda es la elección de un consumo consciente e informado para disfrutar todavía más y mejor de nuestro guacamole.

Liliana David es Doctora en Filosofía por la UMSNH. En 2001, comenzó su trayectoria como periodista cultural en los principales diarios del estado (Provincia, Sol de Morelia y La Jornada Michoacán). Del 2006 al 2013, fue reportera de la sección de cultura en La Voz de Michoacán y, tras siete años de diarismo, inició sus estudios de posgrado en la Maestría en Filosofía de la Cultura de la UMSNH, participando en Congresos y Seminarios internacionales tanto en México como Argentina y España. Desde el 2021, colabora en larevista española Contexto (Ctxt) y en Diario Red. Ha publicado en el libro colectivo Ctxt, una utopía en marcha, editado bajo el sello de Escritos Contextatarios. Actualmente, tiene interés en la investigación de las relaciones entre la literatura y la filosofía, la identidad y la migración, así como en la divulgación del pensamiento a través del periodismo.