La extraña desaparición de Esme Lennox, de Maggie O’Farrell

Desde esta historia familiar, observamos las dificultades de ser mujer, cómo una serie de rasgos imponen y condicionan su destino, y como el abuso se convierte en una constante

Imagen: Penguin libros

Katya Tovar Ayala

La extraña desaparición de Esme Lennox (Narrativa Salamandra, 2009) es la cuarta novela de la escritora norirlandesa Maggie O'Farrell. Se trata de una historia que explora las diversas y complejas relaciones entre mujeres, los lazos familiares, las aprisionantes convenciones sociales, la exclusión y la enfermedad. Un breve comentario merece el título original, The Vanishing Act of Esme Lennox, cuya traducción al español pierde la idea del “acto” como un truco que genera la ilusión de un desvanecimiento, un borramiento paulatino de la presencia pública de Esme Lennox. Maggie O’Farrell fue galardonada en el año 2020 con el Women's Prize For Fiction y el National Book Critics Circle Award por su novela Hamnet, entre otros reconocimientos.

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La extraña desaparición de Esme Lennox es un relato sobre tres generaciones, focalizado desde la perspectiva de Esme, Kitty e Iris: dos hermanas y una nieta. Desde esta historia familiar, observamos las dificultades de ser mujer a lo largo de su genealogía y cómo una serie de rasgos se inscriben en sus cuerpos, imponiendo y condicionando su destino, así como sus experiencias vitales en tanto mujeres, en las que el abuso se convierte en una constante.

Imagen: Penguin libros

Desde niña, Esme Lennox mostró un carácter único. Su capacidad crítica, la manera en que se comunica con su entorno y la pureza y honestidad de sus sentimientos le confieren cierta libertad que incomodaba no solo a su familia, sino a todos aquellos que consideraban que sus acciones no encajaban en una sociedad ceñida a la moral, una moral injusta e hipócrita. Su libertad, que consistía apenas en leer y en algunas travesuras, le costó el encierro en un hospital psiquiátrico durante más de sesenta y un años. Cuando Esme ingresó en Cauldstone, tenía diecisés. Las injusticias que ya cargaba eran solo el inicio de una aterradora historia. Esme desapareció de las miradas públicas, su presencia fue haciendo invisible poco a poco, hasta caer en el olvido, en el desvanecimiento.

Las puntadas de O'Farrell van hilando el relato entre el pasado y el presente hasta reconstruir la memoria que, de pronto, se manifiesta y habla a través de los cuerpos. Luego de sesenta y un años, el Hospital Psiquiátrico de Cauldstone contactó a Iris, una joven familiar que debía hacerse cargo de Esme debido al cierre de la institución. La vida de Iris se removió; muchas preguntas surgieron acerca del encierro de esta mujer de la cual nunca había escuchado nada. Primero fue el misterio, y luego las historias de ambas comenzaron a conectarse. Iris no pudo permanecer inmóvil ante la situación y, a pesar de la resistencia que mostró al principio, debido a sus propios problemas existenciales, finalmente se dio cuenta de que compartía algo más que la sangre con Esme Lennox: ser mujer. Muy pronto, Iris asumió como prioridad los cuidados, la atención y el evitar que Esme pasara por mayores injusticias; pero, sobre todo, la reconstrucción de su historia, que, sin saberlo, también reconstruía la suya propia. Poco a poco, Kitty, la abuela con Alzheimer que se encontraba interna en otro hospital de la ciudad, irá esclareciendo los misterios que unen las vidas de estas tres mujeres. Fue precisamente el caótico ir y venir en el tiempo, el collage de recuerdos de la memoria de Kitty, el elemento central para reedificar su historia familiar.

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La prosa de O'Farrell es vigorosa y detallada. En el universo de Esme Lennox las cosas aparentemente minúsculas adquieren una gran importancia: “Hallaba algo curiosamente conmovedor en los pies de la gente. Los zapatos, gastados en los puntos más raros, las particularidades de los nudos de los cordones”. La mirada curiosa de Esme expande nuestra imaginación y, a partir de su contemplación pausada, nos adentramos en algún lugar de la India durante su infancia y luego en el Edimburgo de los años 30. La caracterización de los personajes y el detallado trabajo descriptivo dan cuenta de una poética de lo minúsculo, de un interés por lo cotidiano. Ya nos advierte quien narra: "Indefectiblemente, son las tareas sin sentido las que perduran: lavar, cocinar, ordenar, limpiar. Nunca nada majestuoso o significativo, solo los rituales insignificantes que forman la urdimbre de la vida humana”.

El drama de O’Farrell hace pensar en la Teoría de la mujer enferma (Antifutura ed., 2024) de Johanna Hedva, quien retoma de Starhawk los planteamientos sobre lo que considera el mito de la salud mental, donde existiría un errático punto cero que, según la autora, los psicólogos identifican como la norma, y en donde cualquier estado que quede al margen de esta “normalidad” podría considerarse como una “desviación”. Para Johanna Hedva, La mujer enferma es todo cuerpo considerado “disfuncional”, generalmente de gente que pertenece a minorías y grupos que carecen de privilegios, grupos que no tienen ninguna garantía de cuidados. Son personas que, históricamente patologizadas, han terminado excluidas y borradas de la vida pública.

Es por eso que en La extraña desaparición de Esme Lennox resuenan estas palabras, porque son historias que se han repetido desde siempre. Cuando Esme era niña, su madre la ataba a una silla para impedir que su curiosidad interrumpiera la quietud de la casa; más tarde, cuando su hermano menor murió, se aferró a su cuerpo en un abrazo del que la desprendieron únicamente con sedantes, señalando que ese abrazo era un gesto “anormal” que su madre no se atrevía a ver. El día que Iris tuvo acceso al archivo del hospital psiquiátrico se sorprendió al leer las notas médicas del expediente, cuyo diagnóstico era "trastorno de personalidad", y se leía: “Edad: dieciséis, insiste en dejarse el pelo largo”; “Los padres declaran haberla encontrado bailando delante de un espejo, vestida con la ropa de su madre”.

El ejercicio narrativo de O'Farrell va de la fragmentariedad del discurso roto del Alzheimer a la exuberante potencia imaginativa de la inocencia. En este drama, podemos observar cómo la juventud, la feminidad, la vejez, la enfermedad, la muerte y todos aquellos comportamientos y cualidades que consideramos "naturales" son, como apunta Paul B. Preciado, "efectos de una tecnología social que se reproduce en los cuerpos". Actitudes que se nutren de un sistema biopolítico encarnado una y otra vez y, en este ciclo infinito, una experiencia se repite: ceder el cuerpo. Cederlo a la voluntad familiar, al autoritarismo de los adultos, a las instituciones médicas, al placer de los hombres, a los caprichos del deber ser social. Y al filo del tiempo, la casi borrada existencia de Esme resurge. Las hermanas Lennox no habían desaparecido: todo el tiempo estuvieron en Edimburgo, al igual que los edificios de piedra fríos y rígidos, se mantuvieron de pie entre las sombras, muy cerca de Iris o de cualquiera que pudo haberles brindado ayuda. Esme y Kitty eran presencias invisibles. En este drama, vejez, enfermedad y locura se revelan, probablemente, como la verdadera libertad.

Katya Tovar Ayala. Turista de los lenguajes. Música, lectora, escritora y docente.