Por: Diana Ivonne Rufino Martínez Saber de dónde venimos no es una simple curiosidad, sino una necesidad, porque sin memoria, una sociedad se pierde. Esa necesidad se trata de cubrir día a día en parte al trabajo que realiza el historiador, que, a través de lecturas, entrevistas, consultas de archivos y observación, entre otras más, logra reconstruir –lo más cercano a la verdad– lo que sucedió en determinado tiempo y espacio. Por ejemplo, en este mes la ciudad de Morelia, celebra su 484° aniversario de su fundación, un 18 de mayo, pero de 1541. Sin duda, esta fecha hace que surjan más preguntas, por ejemplo ¿de dónde surge esta fecha? ¿siempre se llamó Morelia?, o ¿qué tan sencilla o compleja fue su fundación en un contexto histórico tan convulso? Gracias a las investigaciones de historiadores podemos contestarlas y compartir el “dato curioso” o el “sabias qué” con alguien en específico. Morelia, a lo largo de los siglos, ha sido conocida por distintos nombres que reflejan las distintas etapas de su historia, iniciando con el nombre de pueblo de Guayangareo, después por Ciudad de Mechuacan, posteriormente Valladolid y finalmente Morelia; y ha sido también apodada como “la ciudad de la cantera rosa” debido a la distintiva cantera de sus construcciones arquitectónicas. Sabemos también que su establecimiento no fue un hecho fortuito, sino el resultado de un proceso marcado por tensiones y negociaciones entre figuras clave como Vasco de Quiroga –abogado y primer obispo de Michoacán–, el virrey Antonio de Mendoza, y encomenderos como Juan Infante y Gonzalo Gómez, quienes defendían intereses diversos. Hoy sabemos que la fundación fue el resultado de constantes disputas entre los distintos proyectos de colonización, evangelización y dominio en la región. Es precisamente con este ejemplo que dimensionamos el trabajo del historiador y su valor. No se trata entonces solo de estudiar lo que ya pasó, sino de darle nombre a lo que ya no está, de recordar lo olvidado, de entenderlo y trasmitirlo a la sociedad. El historiador ayuda a descubrir los hilos ocultos de nuestra historia, a conectar los hechos, los rostros y las decisiones que nos han traído hasta aquí. La historia no es solo una lista de fechas o nombres lejanos. Es una forma de conocernos mejor como sociedad, para entender por qué pensamos y vivimos como lo hacemos. Nos ayuda a ver que muchas de nuestras costumbres, problemas y logros tienen raíces profundas, y que solo conociéndolas podemos tomar decisiones más conscientes hoy. Muchos de estos aportes como son el saber la fecha de fundación de una ciudad o quiénes estuvieron presentes, y que hoy sea símbolo de identidad y orgullo, han sido posibles gracias al trabajo de historiadores locales, nacionales y extranjeros. Estamos seguros que todos aquellos que gustan de saber más de su comunidad o en concreto de Michoacán, han leído o escuchado nombres como el de Gerardo Sánchez Díaz, Luis González y González, Hans Roskamp, o Joseph Benedict Warren, entre otros muchos más. En este último, haremos un especial énfasis. Hace unos días, Mechoacan Tarascorum, grupo de jóvenes investigadores conformado por historiadores, arqueólogos, geohistoriadores e ilustradores, fue contactado por la Sra. Virginia Ortega, segunda esposa y viuda del Dr. Ben Warren, para darnos la noticia de que se nos había otorgado una parte de lo que nosotros llamaremos a partir del día de hoy como el Fondo Warren, compuesto de una cantidad considerable de documentos de índole personal, además de dosieres con investigaciones impresas, ponencias, discursos que presentó en distintos eventos, entro otros materiales impresos, microfilmados, fotográficos y digitales. Sin duda fue un honor para nosotros y una gran responsabilidad que se nos considerará ser los guardianes de un acervo tan importante para Michoacán y México. Un “dato curioso” es que cuando todavía se estaba conformando este proyecto llamado Mechoacan Tarascorum, se le compartió la noticia y nos brindó palabras de aliento, su bendición y su constante apoyo. Por ello, consideramos necesario e importante mencionar nuevamente quién fue y por qué es tan significativo el Fondo Warren, no solo para estudiosos e investigadores, sino para la sociedad michoacana en general, ya que sentó las bases de la historiografía sobre el temprano Michoacán colonial, ampliando profundamente nuestro conocimiento de periodos como el posclásico del pueblo tarasco o purépecha, su conquista, poblamiento y evangelización del occidente de México. Joseph Benedict Warren Clark, nació en el poblado de Waterflow, Nuevo México, EEUU, el 30 de junio de 1930. Sus padres fueron Benedict Alfred Warren y Úrsula Mary Clark, oriundos de Kentucky, EEUU. Tuvo tres hermanos: George, Alfred y Frederic; y una hermana, de nombre Mary Rose. Su familia se dedicó al campo. Terminó sus estudios básicos para 1944. Después, mientras cursaba sus clases en el Seminario, sus tres hermanos mayores participaban en la Segunda Guerra Mundial, sobreviviéndola. Contrajo primeras nupcias con Patricia de Warren, con quien compartió el gran amor por Michoacán y quien fallecería por enfermedad. Posteriormente, después de 15 años contrajo nupcias nuevamente con Virginia Ortega. Para 1948, ingresó a la Orden Franciscana, realizando sus estudios superiores, graduándose de Maestro en Artes en la Universidad de Nuevo México en 1960, y tres años más tarde, en 1963 se graduó de Doctor en Filosofía con especialización en Historia en la misma universidad. En 1967 volvió a la vida laica y al año siguiente fue nombrado profesor de Historia en la Universidad de Maryland, obteniendo la cátedra en 1977. Durante 25 años estuvo a cargo de las materias de Historia de México e Historia Colonial de América Latina. En 1993 se jubiló de la Universidad de Maryland y pasó a radicar en Michoacán ese mismo año, con su esposa Paty Warren. Continuando con sus investigaciones con el nombramiento honorífico de profesor-investigador de El Colegio de Michoacán. En 1995 fue nombrado miembro corresponsal de la Academia Mexicana de la Historia. Y del 2003 en adelante ostentó el nombramiento de profesor visitante del Instituto de Investigaciones Históricas de la UMSNH. Lamentablemente, un 23 de febrero de 2021, en el quinto centenario del encuentro entre tarascos y españoles, la historiografía michoacana y mexicana perdió a uno de sus investigadores eméritos, a la edad 90 años, Joseph Benedict Warren, falleció. Sus obras siguen siendo un referente clave para investigadores, estudiantes y para la sociedad que busca entender el desarrollo histórico de lo que fue la provincia de Michoacán. Su obra fundamental, La Conquista de Michoacán, publicada en 1976, abrió nuevos caminos para el estudio regional de la conquista, poblamiento, expediciones y evangelización en Michoacán; además de una valiosa aportación de transcripciones de documentación inédita de las primeras décadas posterior a la conquista de Michoacán. Asimismo, obras como la de Vasco de Quiroga y sus Pueblos Hospitales de Santa Fe, publicada en 1963; La administración de los negocios de un encomendero en Michoacán, publicada en 1984; la Colección "Fuentes de la Lengua Tarasca o Purépecha", trabajadas de 1983 hasta 1994; Gonzalo Gómez, primer poblador español de Guayangareo, publicada en 1991; o las ediciones facsimilares de obras sobre la lengua tarasca o purépecha, como las de los frailes franciscanos Juan Baptista Lagunas y Maturino Gilberti, o el del fraile agustino Diego Basalenque, y del religioso Joseph Zepherino Botello Movellan. Además de publicaciones de documentos inéditos y el descubrimiento como la autoría de fray Jerónimo de Alcalá en la Relación de Michoacán (1541), documento esencial para conocer el Michoacán prehispánico y su conquista. Todos ellos enriquecieron la historia michoacana al mostrar la participación activa de gobernantes indígenas, la presencia de Vasco de Quiroga, la contribución de tributos, la descripción de los cargos y tareas de los funcionarios de la Corona Española, y el rescate de la lengua purépecha. Como vemos, el trabajo del historiador es crucial para comprender las raíces y complejidades de nuestra identidad. La conservación de archivos y documentos históricos, es también vital para mantener viva la memoria colectiva y garantizar que las nuevas generaciones tengan acceso a fuentes primarias que permitan una interpretación crítica y rigurosa del pasado. En este sentido, la divulgación de la historia y la memoria histórica en Michoacán y en todo México es una tarea indispensable. El legado de Joseph Benedict Warren no solo reside en sus publicaciones, artículos y descubrimientos, sino también, en trabajos paleográficos, en la edición de documentos históricos y lingüísticos, que facilitaron el acceso a fuentes primarias. Además de la promoción y la conservación del patrimonio histórico y cultural de Morelia y Michoacán, del rescate de archivos y la difusión del conocimiento histórico. Su ejemplo inspira a continuar trabajando por la conservación del patrimonio histórico y la promoción de la memoria colectiva del Estado, además de impulsar la formación de nuevas generaciones de historiadores y estudiosos del pueblo purépecha. Como mencionamos párrafos arriba, trabajar un fondo histórico o acervo documental como el de Joseph Benedict Warren, es una gran responsabilidad, que implica un proceso meticuloso y multidisciplinario, un espacio donde contener y resguardar el fondo y ahora sí, después de eso, poder iniciar con el proceso archivístico: la identificación, la clasificación, su preservación física y digital, además de su divulgación. Sin duda es un trabajo que nos llevará bastante tiempo, además de gestionar recursos económicos, que será indudablemente un gran reto por superar, equipo de papelería, entre otras más; pero que sabemos rendirán grandes frutos para todo aquel interesado en investigar el legado del Dr. Benedict Warren y difundir a partir de lo descubierto en el Fondo Warren, nuevas reflexiones y propuestas innovadoras de interpretación de la historia colonial temprana de Michoacán; además de una biografía más completa de su persona que como gremio de historiadores estamos obligados a realizar, para conocer al historiador detrás de los libros, a una persona de gran calidad humana, un apasionado por la historia de Michoacán y a quien le encantaban las fiestas, con gran afición por la carpintería, la jardinería, que disfrutaba escuchar canciones rancheras y boleros, que le fascinaba armar rompecabezas y jugar lotería, y le emocionaba ver las películas de acción, las series policiaca, los clásicos de Disney, así como la saga de Harry Potter. Diana Ivonne Rufino Martínez es egresada de la Licenciatura en Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Paleógrafa. Docente. Cofundadora y coordinadora general de Mechoacan Tarascorum.