Liliana David, colaboradora La Voz de Michoacán A medida que el mundo cambia, la existencia también. Y así lo hemos podido constatar desde que aconteció la pandemia. En 2020, la historia de muchas personas escribió un punto y aparte. Ése fue el caso del joven músico moreliano Yehosuá Escobedo, quien emigró a Barcelona hace diecinueve años para estudiar en la Escuela Superior de Música de Cataluña, con la ilusión de convertirse en interprete de las «músicas del mundo», un género mejor conocido como World Music. Aunque su primer acercamiento con la música había sido a través de la primaria del Conservatorio de las Rosas, cuando asistía a los talleres de coro, percusiones y composición musical, no continuó allí su carrera, puesto que la escuela moreliana no daba la posibilidad de especializarse en el género que a él le interesaba. Gracias al apoyo de su familia y a las becas a las que accedió como estudiante en el extranjero, pudo viajar a España a probar su suerte con sólo veinte años de edad. En medio de un ambiente multicultural como el que se encontró en la también llamada Ciudad Condal, no fue difícil para Yehosuá comenzar su vida de migrante compartiendo su tiempo con personas procedentes de otros países de Europa y Latinoamérica. En ese contexto diverso, tuvo la idea, junto a otros jóvenes músicos, de conformar un ensamble que reflejara la fusión de culturas, la mezcla de ritmos tradicionales tanto de México como de Colombia, y que invitara también a músicos de España. Fue así como surgió el ensamble Sones de Marimba, un conjunto cuya premisa fue justo la de proyectar una mezcla de ritmos tradicionales que dialogaran con un instrumento tan peculiar como la marimba, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2015. Durante nuestra entrevista, Yehosuá me cuenta que se sintió identificado con el sonido de ese instrumento desde su infancia. De hecho, recuerda estar viviendo en su niñez en la calle Cuautla de Morelia y escuchar a lo lejos, en una de las esquinas, a un hombre que se detenía a tocar la marimba. Aquellos particulares sonidos fueron como un canto de sirenas que lo invitaron desde entonces a seguir su ritmo. De manera que cuando tuvo la oportunidad de estudiar con Roberto Nandayapa, miembro de la reconocida familia chiapaneca Nandayapa, la cual durante varias generaciones ha realizado una gran labor de difusión de la marimba, el joven Yehosuá se sumó de alguna manera a esa misma tradición. Así, al marcharse a España, decidió llevar consigo su marimba, pues gracias a su ritmo, melodía y armonía, siempre le había brindado un abanico de posibilidades para experimentar musicalmente. El hecho de que en España no conocieran la marimba mexicana no impidió que el joven músico tuviera la osadía de transportarla con él al otro lado del mundo para dar a conocer todas sus posibilidades de repertorio. Poco después, comenzó a fundir su sonido con otros instrumentos, lo cual desembocó en el disco Desbordando, en el que el conjunto Sones de Marimba depositó su gran sueño: grabar un álbum cuyo título retratara lo que para Yehosuá Escobedo significaba la experiencia de compartir con distintas culturas dentro de una misma ciudad. De hecho, el disco simbolizaba ese poder para sobrepasar las fronteras en las que muchas veces vivimos, y para crear y recrearse en nuevas identidades, reconociendo lo propio y ajeno como una manera de convivir cotidianamente en lo multicultural. Sin embargo, cuando sobrevino la pandemia, el sueño musical del grupo quedó truncado, puesto que la gira de presentaciones y conciertos que tenían programados para dar a conocer su música tuvo que ser cancelada. La agrupación liderada por Yehosuá había conseguido reinterpretar y componer un repertorio totalmente original en el que convergían la música tradicional, el jazz y las músicas modernas. Incluso, habían logrado que el público les financiara su primer disco por medio de un crowdfunding que convertiría su sueño en realidad. Por desgracia, la pandemia afectaría gravemente a los músicos, quienes probaron con distintas estrategias para sobrevivir, aunque para muchos fue imposible, debido al confinamiento. Fue el caso de Sones de Marimba. «Al no estar bien posicionados en el sector artístico -me explicaba Yehosuá-, es difícil colocarte cuando vas comenzando. Ya había conseguido estar viviendo bien de la música, pero, a partir de la pandemia, el proyecto se vino abajo, los músicos empezaron a irse, migraron a sus países, porque ya no sabían qué les iba a deparar la vida en Barcelona: todo quedó parado. Por otro lado, sabía que no me podía quedar así; tenía que vivir de otra cosa porque la música ya no nos lo permitía. Por ello, empecé a buscar otras opciones profesionales; encontré una nueva carrera en desarrollo de software, y empecé de nuevo”. Hoy en día, la intención de volver a la música con su proyecto Sones de Marimba para Yehosuá ha quedado en una promesa. No obstante, de vez en cuando aún toca como músico freelance con otros colegas y espera el mejor momento para retomar su carrera musical. En este tiempo, también recibió una invitación del director del Museo de la Música en Barcelona para interpretar la marimba que un día le donaron a dicho museo unos músicos visitantes de Chiapas. Cabe resaltar que es una de las tres marimbas que hay en toda Europa. El próximo año 2026 Yehosuá cumplirá veinte años desde que se marchó de Morelia. Para él, la vida del migrante, pese a sus dificultades, supone una gran oportunidad para abrirse paso hacia nuevas perspectivas, «pues uno no sólo decide irse de su país para hacerse una mejor vida en otro, sino también para formar parte de un proyecto más grande, de un sueño más abarcador. El migrante es también una persona que quiere crecer, ponerse otras pruebas, para pensarse en una identidad más amplia y no tan limitada». La migración es, en efecto, la experiencia en la que tal cosa es posible, conviviendo con personas de distintos orígenes, compartiendo las raíces propias y mezclándolas con otras: como en la propia música. Liliana David es Doctora en Filosofía por la UMSNH. En 2001, comenzó su trayectoria como periodista cultural en los principales diarios del estado (Provincia, Sol de Morelia y La Jornada Michoacán). Del 2006 al 2013, fue reportera de la sección de cultura en La Voz de Michoacán y, tras siete años de diarismo, inició sus estudios de posgrado en la Maestría en Filosofía de la Cultura de la UMSNH, participando en Congresos y Seminarios internacionales tanto en México como Argentina y España. Desde el 2021, colabora en larevista española Contexto (Ctxt) y en Diario Red. Ha publicado en el libro colectivo Ctxt, una utopía en marcha, editado bajo el sello de Escritos Contextatarios. Actualmente, tiene interés en la investigación de las relaciones entre la literatura y la filosofía, la identidad y la migración, así como en la divulgación del pensamiento a través del periodismo.