Gonzalo Reyes González Ahora que no es temporada abierta para los jaripeos viene la nostalgia de los grandes momentos que presenciamos y de los que fuimos parte para la evolución actual de los festejos rancheros desde la plaza Monumental de Morelia y de ahí a todas las que se han asomado a la grandeza de lo que se ha forjado en la única Catedral del Jaripeo. Y rememoramos las tardes aterradoras que vivimos 45 años atrás, cuando por citar al toro llamado El Pájaro de Don Enrique Herrejón, este hacía sentir el terror y la emoción en aquellos jaripeos, los auténticos a capa lazo y jinete. Jaripeos de carácter ranchero, cuando eran fundamentales los lazadores de a caballo para tirar los toros y los pudieran montar; aquellos fueron festejos donde las plazas se convertían en un polvorín, todos al filo de los asientos con los gritos de angustia de los espectadores y entre la gente del ruedo y ante la destrucción que el peligroso toro El Pájaro, causaba en el redondel de La Plaza Monumental, al grado de alcanzar y cornear a la fina yegua a don Enrique Tapia, en una de tantas angustiantes y peligrosas salidas a la arena de la gran plaza para este ejemplar. Al recordar aquellos hechos ya en el año 1993 en mi primera época en este diario mis propuestas a los empresarios, de que entraran toros bravos para jugarse a caballo en sus jaripeos al cajón no encontraron eco, solo el Padre Sánchez se entusiasmaba, lo mismo que ARSA, el ingeniero Arturo Ramos Santillán, que de vez en cuando mandaba algún toro para los de a caballo en sus eventos: y así siguieron dejando de lado el jaripeo con toros bravos para jugarse a caballo. A raíz de lo anterior hace más de 30 años se iniciaron los jaripeos con toros bravos para jugarse a caballo; ya lo comentamos que fue a raíz por lo que hicimos en la Monumental, a iniciativa de Pancho Mora, cuando le dimos un lugar importante en el cartel a la participación de los lazadores a caballo en los jaripeos de La Catedral del Jaripeo, al señalarlos en el programa con auténticos toros fieros y acometedores, esto en el año de 1994 cuando el padre Sánchez, nos brindó la oportunidad de ofrecer festejos rancheros en la etapa cuando estaba en su apogeo la última gran época del jaripeo de montas a cajón y grandes agrupaciones, en la gran plaza moreliana. En aquellos festejos de temporadas constantes ya no se veía un pial a caballo, ya no se tiraban a los toros para poderlos jinetear, pero existe el dato de que el último domingo del año 1988, don Enrique Herrejón, con su empresa La Presa de Chiquimitío, anunció el que a la postre ha sido “El Ultimo jaripeo” con todos los toros derribados por los lazadores a caballo de aquella época de transición, cuando el cajón sustituyó a los caballos para realizar las montas y así se dio aquella fecha del último domingo de 1988, todos los toros fueron montados de suelo esa tarde. De los 10 de compromiso ninguno acometió sobre los caballos, pero aun así, ese fue en realidad el ultimo jaripeo anunciado de corte netamente ranchero en la plaza monumental: después en otros jaripeos ante la instauración del cajón para realizar las montas se jugaron toros de suelo, pero derribados con ahogador; ya no se vieron los lazos a la cabeza y los consabidos piales, solo posteriormente en algunos eventos organizados por Arsa y en otros por El Cerro de La Laja, se soltaron algunos toros bravos, anunciados como “Los que hacen remochina en el Ruedo”. El ultimo jaripeo de la temporada 91-92, Montana, lo cerró con broche de oro al presentar El Chicle, el toro bravo que causaba alboroto por todas las plazas. Y en 1993 Reyes Malboro, mandó a los de a caballo un toro que causó pavor y corneó gravemente al caballo de Ramón Espinosa, El Chicloso, después vino una revancha histórica con este toro y gran expectación por ver la jugada que a todas luces era especial por la condición de que tenía que ser derribado el bovino. Tras estos detalles de emoción y al ver que los de a caballo tenían poca actividad y que no saltaba al ruedo un toro bravío que se defendiera, Pancho Mora, me propuso que consiguiéramos la Monumental para ofrecer la jugada de toros buscadores; esta idea en su tiempo no fue vista bien, pero al Padre Sánchez, si le gustaban las emociones fuertes y nos dijo que anunciáramos los festejos que nos permitió hacer en la catedral del jaripeo como “festivales rancheros”, para no intervenir con los jaripeos que organizaban los empresarios establecidos y así lo hicimos. Además del Padre Sánchez recibimos respaldo de grandes amigos amantes del auténtico jaripeo y así fue como trajimos toros bravos, fieros para que los tiraran al jalón del caballo como aquel que entró al ruedo con el nombre de El Apache, cuando apenas contaría con tres años y lo enfrentaron los hermanos Jorge y Everardo Ortiz, ya desaparecidos, con Joaquín Hernández, Chava Cabezas y Mauricio El Querreque García. A este toro legendario a la postre, que los trajo en un puño; codicioso y siempre detrás de las ancas de sus caballos, le pusieron El Viento Negro, que inicio su camino a la fama y ganó el primer lugar de “toros caballeros” como eran llamados. Esa tarde vino este hoy legendario pero en aquella fecha desconocido ejemplar, con el toro de un solo cuerno de nombre El Mocho y los trajo el inolvidable padre Chema; antes de esa fecha, en otra oportunidad, la primera que me brindó para hacer un jaripeo el Padre Sánchez, en la Monumental de Morelia, jugamos ahí otro “festival ranchero” con El Cascabel, toro negro saíno criollo, bravo y hermosísimo como el mismo Viento Negro y de la misma procedencia, el Cerro de Culiacán, en el bajío de Guanajuato: El Cascabel que fue propiedad de don José Che Rosas y El Avispo de don Basilio Cuevas, toros que causaron furor en el ruedo aquella recordada tarde. Esos bovinos del rancho El Tirón de Los Ahorcados, de Carachéo y que venían de alborotar en los jaripeos del estado de Morelos, al dejarse ir sobre los caballos, cuando en una tarde, este Cascabel, derribó en una sola acometida a 6 cabalgaduras, de un solo arrancón, allá en aquellos jaripeos de cajón donde no esperaban que un toro fuera a revelarse a los caballos bailadores. De regreso a mi primer jaripeo en la Monumental, el tercer domingo del mes de octubre de 1994, junto al “Cascabel” vino otro toro bravo, este si de casta pura, El Avispo, un toro segurísimo para alcanzar a los caballos que era de don Basilio Cuevas, que fue quien le brindo su experiencia a Jesús Nolasco para que se encumbrara como el mejor ganadero de su tiempo. Y posteriormente en otros festejos de los tantos que me permitió organizar El Padre Sánchez en la Monumental de Morelia, trajimos otro encastado ejemplar, que venía de los campos bravos de El Cuatro y que llevaba por nombre El Tábano, brocho de encornadura y de tamaño pequeño, pero de una fiereza tal que a su ganadería El Porrazo de Huandacareo, le elevo mucho sus bonos. A su lado vinieron fieras como El Cupido y El Tarasco; y la lista de caballos dados de baja hubiese sido inmensa, pero la idea que teníamos no fue esa, nosotros queríamos presentar emociones fuertes para que el público conociera los peligros del jaripeo y les pusimos corneras, si no lo hacemos así, el toro El Ratón de El Caracol, hubiera dado de baja al precioso caballo El Perico de Joaquín Hernández: El Mocho a la yegua de nombre Lambada de Jorge Ortiz: El Cupido al caballo Alazán de don Alfonso Espinoza: El Tábano al caballo Pinto de Benjamín Orosco y El Avispo al caballo Veterano de Armando Fernández. Todos estos lazadores fueron empitonados sobre sus caballerías por los toros mencionados incluso algunos resultaron derribados con sus monturas. Todo eso aconteció en los jaripeos que se nos concedió organizar en la plaza Monumental de Morelia, desde el año 1994 y los posteriores que organizamos, en lo que ahora es El Pabellón Don Vasco y más plazas de tradición como La escondida de Charo y La Haciendita de Zinapécuaro, donde siempre han gustado del uso del caballo en sus jaripeos y de la presencia del toro bravo. Y un antecedente que nos queda como máximo orgullo de cuando intentamos establecer la jugada a caballo con toros bravos, es el hecho de haber presentado el único jaripeo a la fecha con toros bravos y lazadores a caballo en las instalaciones de El Palacio del Arte de Morelia, de entre las plazas en que nos permitieron hacerlo, como igual en El Rancho del Charro. Historias que ya escribimos en su tiempo y que ahora casi con las mismas líneas hemos retomado y de lo cual tenemos hechos publicados cuando el gusto del caballo y el toro bravo comenzaba a colocarse como una alternativa para ver jaripeos fuertes. A la vez que nunca en los festejos de los ranchos, se dejó de utilizar el caballo para concretar sus jaripeos, eso es cierto, pero el uso de toros bravos que no se apartaban para el jaripeo de montas a cajón, entró a raíz de lo que en la plaza Monumental, nosotros hicimos con esos mismos toros fieros para jugarlos a caballo, sin que nos interesara el reparo: más que la bravura y las fuertes emociones que esta clase de confrontación generan, en lo que la fecha el jaripeo bravo se ha convertido en otra alternativa para los apasionados al festejo ranchero. Este tipo de jugada es algo casi opuesto a los jaripeos de montas al cajón de poderosos toros de reparo, ya que los toros bravos se han transformado en otra cultura, otra expresión muy cercana al origen del jaripeo ranchero, donde es primordial el caballo para realizar la monta, pero en esta nueva versión bravía, solo es con toros fieros que no importa si después de emocionarnos con su brava presencia y acometidas llegan a reparar.