ABSURDA ES LA MATERIA

Quizá en la poesía encontramos una evocación artística puntual del terremoto del 85 que cobra sentido figurativo únicamente con la plena aceptación de su condición de catástrofe

Gustavo Ogarrio

Todavía el terremoto del jueves 19 de septiembre de 1985 es el punto de partida para identificar las grandes transformaciones de la ciudad de México y del país. El terremoto del 85, la réplica del viernes 20 en la noche, el otro terremoto de 2017, los golpes descomunales a la sociedad que se registran en miles de fotografías, los derrumbes materiales y las anécdotas lastimosas, los relatos de la aflicción y del miedo que se reproducen una y otra vez, la sobrevivencia y la muerte, el país en vilo porque los terremotos dejan a la vista la miseria y la deshumanización gubernamentales; materia orgánica de una memoria que se rehace cada año contra la armonía de una catástrofe aparentemente superada.

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40 años del terremoto del 85, ocho años del terremoto de 2017. Afirma Carlos Monsiváis, en un pasaje que privilegia tanto los “sonidos” espeluznantes como el sentido del olfato para atestiguar la magnitud del golpe colectivo del terremoto del 85: “El sonido de los desplomes, las imágenes de los derrumbes, las poses fantásticas de los edificios al reducirse abruptamente a escombros… El olor es penetrante, distinto, de cierta manera inaugural. Es un olor atribuible a la muerte, a las fugas de gas, a la percepción trastornada, al susto que se esparce en frases… “.

Quizá en la poesía encontramos una evocación artística puntual del terremoto del 85 que cobra sentido figurativo únicamente con la plena aceptación de su condición de catástrofe que, si bien pasa por la negligencia gubernamental, también pertenece a ese fondo oscuro y metafísico en el que el paso del tiempo prefigura la ruina del presente, como en el poema de José Emilio Pacheco “Las ruinas de México (Elegía del retorno)”: “Absurda es la materia que se desploma, / la penetrada de vacío, la hueca. / No: la materia no se destruye, / la forma que le damos se pulveriza, / nuestras obras se hacen añicos “

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