Belleza y estruendo

La muerte de Ozzy llegó tan a tiempo que parece melodrama, redención, quizás un pacto fáustico descargado de tragedia

Gustavo Ogarrio

Pocas veces se sabe de alguien que haya muerto a tiempo. Que una vida, cualquier definición que ésta haya tenido, coincida con el momento “idóneo” de su terminación. Quizás Ozzy Osbourne, esta leyenda del rock, del heavy metal y de esa psicodelia en declive y reelaborada con el blues, una leyenda ahora hiper mediática y que casi obliga a todas y todos a definirse ante él y ante su muerte, se está imponiendo como una nostalgia común, como un duelo que quizás terminará cuando surja otra tendencia de largo alcance en las redes. Ozzy murió el 22 de julio, unos días después de su despedida como solista y con Black Sabbath (5 de julio). Casi melodrama, casi tragedia. La muerte de Ozzy llegó tan a tiempo que parece melodrama, redención, quizás un pacto fáustico descargado de tragedia: perdió su alma a cambio de un principado de heavy metal y de tinieblas. Sin embargo, los pactos luciferinos ya no son como antes y menos en sociedades cuya complejidad cultural desborda y hace anacrónicas las narrativas fáusticas. A Ozzy Osbourne le montaron un perfomance de música y de tinieblas mediáticas propio del capitalismo de plataformas digitales; el biopoder del entretenimiento devorándose a las leyendas de la industria de masas. El adiós -que quedará “eternamente” en las redes- del sujeto paranoico que arrancó su carrera con Black Sabbath cantando su propia historia de terror y de misterio: una “paranoia” que prefiguraba ya las tinieblas de las drogas psicodélicas, el LSD y la cocaína. Un personaje a veces lúgubre, a veces patético, a veces de cierta ternura espantosa, envuelto en la borrachera de la fama y el extravío, que en el escenario mordía murciélagos vivos que le arrojaban sus seguidores. Un personaje que quizás, a pesar de ese patetismo de “reality show”, merece la redención de los que se arrojaron al abismo en busca de un poco de belleza y estruendo… y un epitafio con palabras de William Shakespeare: “Las tinieblas del Caos nos recobran cuando la belleza muere”.

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