Jorge A. Amaral En enero de este año escribí una entrega para esta columna sobre la música generada por inteligencia artificial. Parecía que el tema ahí había quedado, pero en las últimas semanas ha estado cobrando notoriedad un proyecto polaco sumamente interesante, tanto por la forma en que está hecho como por el resultado final: Czart. Se trata de death metal (si no me equivoco), esta variante extrema del heavy metal que se caracteriza por un tétrico sonido gutural y cavernoso en medio de un tempo rápido y guitarras estridentes, chirriantes, imponentes. El proyecto es elaborado por Michał Chrościelewski (guitarra, sampleo y elaboración de videos musicales) y Paweł Smarkusz en la batería. En su página de YouTube se describen como “una procesión de larvas y miedos, maravillas y peculiaridades, milagros y maravillas, a veces hermosas en su horror, a veces peligrosas en la monstruosidad, pero siempre interesantes”. Cuando recién lanzaron su material, compuesto por ocho canciones con sus respectivos videoclips, causaron intriga entre el público de internet, dudoso de qué tanto es hecho con inteligencia artificial y qué tanto tiene de humano el proyecto. Es más, ni siquiera se sabía quién estaba detrás de esto. Al paso de los días han salido a la luz detalles, como que los videos los hacen con una tecnología generativa llamada Midjourney y para la música es un trabajo mixto, en el que se graban primero las voces y los arreglos para guitarra y batería, además de hacer algunos muestreos para meter todo en ese vaso de licuadora digital llamado Udio. Con esas herramientas, Czart (en polaco “demonio”) logra crear atmósferas audiovisuales perturbadoras, terroríficas, en las que todas esas leyendas negras sobre Europa del Este se vuelven realidad. Este descubrimiento empezó una tarde en que el algoritmo de YouTube me llevó por diferentes senderos. Luego de haber empezado a armar una lista de reproducción con Brujeria, Suicidal Tendencies, Pantera y Slayer, de repente me topé con un clarinete que luego dio paso a un sonido brutal. "Peregrynacja dziadowska", que es algo como “peregrinación de un mendigo”, pero no importa lo que signifique, porque en un minuto y medio de video se muestra un delirio donde las cosas se ponen raras en algún lugar del campo con el telón de fondo de death metal extremo. Aunque personalmente no soy amante de la música creada con estas herramientas dado que abunda el contenido sin carácter y de mala calidad, con Czart me sentí distinto: sinceramente, me gustó, es una buena explosión de energía donde el presente y el pasado se mezclan, y fuerzas antiguas suben al presente y ponen todo de cabeza. También tienen vídeos más largos, como "Czarcie lamenty" , una historia de monjas zombies, o "Czart rogat" , donde un niño pequeño es enterrado bajo los no muertos e intenta con todas sus fuerzas seguir su camino y nadar contra la corriente. Pero también es cierto que, si se observa con detenimiento, el mundo multimedia, que actualmente se sumerge cada vez más en la IA todavía es muy parecido a una máquina. Pero si tomamos a Czart como una experimentación honesta, un enfoque conceptual, donde la gente tiene ideas interesantes y trata de expresarlas por diferentes medios, avante. Esto se logra porque no es música fría, enlatada digitalmente, sino que detrás de ese resultado y la tecnología generativa hay riffs reales en las guitarras y un baterista de carne y hueso, pues se trata de músicos que han estado tocando juntos durante mucho tiempo, y las diferentes herramientas de la IA simplemente brindan más variantes. https://youtu.be/Egltd8VzHTg Entonces, Czart es un proyecto audiovisual interesante en términos creativos: es genuino, honesto, no intenta ocultar los errores, y aunque hay proyectos de este tipo que carecen de alma, Czart está muy por encima del resto. Finalmente, me quedo con lo dicho por Michał Chrościelewski en entrevista para la edicion española de Metal Hammer: “La IA, creada por humanos, puede ser enseñada sobre lo que es el ‘miedo’, pero sigue siendo sólo una herramienta. Es el usuario quien es responsable de los resultados que la IA produce y, lo más importante, de cuáles de esos resultados decide aceptar y publicar”. https://www.youtube.com/playlist?list=PL_70cDPWA6YAyewDwLyB5uWvErQCi5Vxf Chuck Mangione: sentirse bien Ahora, un salto en el espacio-tiempo. Hace meses pasé la peor semana de mi vida. No entraré en detalles, sólo diré que, en medio de esos días tan difíciles, durante los estresantes trayectos de ida y en los tortuosos recorridos de regreso a casa, descubrí que “Feels so good”, de Chuck Mangione, me pone de mejor humor. Chuck Mangione se especializa en el fliscorno, hermano de la trompeta. Entre 1958 y 1963 estudió en la Eastman School of Music. Con su hermano, el pianista Gap Mangione, dirigió al extraordinario grupo The Jazz Brothers, logrando grabar 3 discos con Riverside Records. Luego de eso se integró al grupo de Art Blakey, de The Jazz Messengers, como trompetista. También dirigió el Eastman Jazz Esemble entre 1968 y 1969. En 1977 saltó a la fama con su tema “Feels so good”, del disco homónimo, que vendió millones de copias y se colocó como un gran hit en el jazz pop, siendo nombrado por la publicación Current Biography, en 1980, como la melodía más identificada después de “Michelle”, de The Beatles. Junto a George Benson, Grover Washington y Earl Klugh, sentó las bases del smooth jazz, a veces considerado pop instrumental, ligero y fácil de escuchar, llamado de forma despectiva “música de ascensor”, pero cuyo valor didáctico radica en que es una cómoda y agradable puerta de entrada al jazz. En ese disco escuchamos a Chuck Mangione en el fliscorno, Chris Vadala en el saxofón y la flauta, Charles Meeks en el bajo, James Bradley Jr. en la batería y las percusiones y Grant Geissman en la guitarra. Como “Feels so good” dura casi diez minutos, la disquera sugirió que también se grabara una versión de tres minutos y medio para la radio. Gracias a ello, el tono alegre y optimista de esta melodía acabó conquistando al público masivo, por lo que ahora es la pieza más conocida de Chuck Mangione, estando presente en algunas películas y series de televisión. El optimismo que desprende la canción y la pegadiza melodía son más que evidentes, todo está montado con precisión de relojero, y aunque el fliscorno lleva la voz principal, entabla un hermoso diálogo con el saxofón y se complementa con la guitarra a cargo de Grant Geissman. El solo de guitarra de Geissman tiene cierta magia, desde la réplica de la melodía en su comienzo al frenético final con intervalos sumamente interesantes, aderezados por un efecto de phaser. Pero también, el uso del wah wah en todo el tema es excelente, típico del funk de la época, y está en los lugares correctos dejando respirar en las partes necesarias. Otro detalle importante: el solo de saxofón de Chris Vadala le imprime a la pieza cierta vertiginosidad, pero también frescura y alegría. La atmósfera que logra “Feels so Good” se debe, creo, a la forma en que se hizo. En su página web, Grant Geissman cuenta que cuando se trabajaba en el disco fueron al estudio a grabar los demos con algunas improvisaciones para después ver qué les iba a funcionar y qué no. Luego se fueron a una gira por Estados Unidos, donde seguían repasando y aterrizando en el papel las partes que ya habían improvisado en el estudio. Al regresar de la gira se metieron de nuevo a grabar, tocaron lo repasado e improvisaron los ajustes donde hacían falta. Por tanto, “Feels so Good” es en parte composición y en parte improvisación, todo en armonía y perfecto orden. https://www.youtube.com/watch?v=FExBwfQHXlE&pp=ygUcY2h1Y2sgbWFuZ2lvbmUgZmVlbHMgc28gZ29vZA%3D%3D Pero además la pieza es como una familia en la que cada instrumento da lo mejor de sí, cada uno hace lo que mejor le sale para juntos caminar a un mismo ritmo. De tal forma que todos la pasan bien, son felices, dialogan, ríen, a veces alguno habla más fuerte y saca lo que trae dentro, luego contesta el otro y al final no pelean, sino que se complementan. En esos días mi universo se dispersaba, y cuando regresaba solo a mi casa sola, a veces de noche, dejando ahí dos de las tres partes de mi ser, ponía “Feels so good” en el carro y Chuck Mangione y su pandilla me hacían sentir bien. Por cierto, hay una versión con letra, pero esa no me gusta. Se oye bonito, pero estaba de más. Es cuánto.