LA CASA DEL JABONERO | El perfecto mestizo

El fenómeno neoyorkino del latin soul, encabezado por Joe Bataan y como heredero del boogaloo, se sincronizó a la perfección con el bron eyed soul de la costa Oeste

Jorge A. Amaral

La tradición musical occidental, y más en el continente americano, está tejida con diferentes hilos: blancos, negros, marrones, dorados como rayos de sol, tostados por el calor del mediodía. Revise usted la música hecha después de la llegada de los europeos al continente y se dará cuenta de ello, y si no quiere ir tan lejos, escuche con atención su género musical favorito y lo comprobará, no importa si escucha a John Fogerty o Atahualpa Yupanqui, Compay Segundo o Carlos Gardel, Joao Gilberto o Leonard Cohen, Control Machete o Yma Sumac, Pedro Infante o Elvis Presley. Todo es producto del sincretismo y el mestizaje entre distintas influencias y culturas. Por eso, si alguien dice que no quiere influencias externas en su música, que le empiece a dar a los instrumentos prehispánicos, sólo así podrá tener cierta pureza.

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Pero hay, entre todo lo que he escuchado, un cantante que, para mí, muestra con perfecta elocuencia lo que es el mestizaje en la música.

En 1942, en el Harlem hispano de Nueva York (lugar que de por sí era una licuadora cultural), el migrante filipino Peter Nitollano y la afroamericana originaria de Virginia, Marie Seldom, tuvieron un hijo que recibió el nombre de Bataan Nitollano-Seldom. Ya desde ahí empieza el mestizaje: un afrofilipino creciendo entre puertorriqueños en Nueva York, adoptando además el español como segunda lengua por influencia de aquellos que sí estaban amamantados con la letra eñe. Creo que ya sabe por dónde va este artículo.

El joven Bataan creció y en la adolescencia entró en las dinámicas juveniles de la zona: se alineó a una pandilla de puertorriqueños, con lo que se hizo de una fama en el barrio y también se ganó dos entradas a la correccional por delitos como robo.

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En la última ida a la correccional aprendió a medio tocar el piano y eso definió su rumbo. Luego de salir del reformatorio, un amigo suyo, Tito Ramos (no confundir con el guitarrista argentino, se trata del salsero venezolano), lo invitó al ensayo de la orquesta del hoy legendario Johnny Colón, con quien Ramos tocaba.

Colón, molesto, reclamó por la presencia de Bataan en un ensayo privado, a lo que el joven, conteniendo el impulso de zurrarlo a golpes, salió de ahí con una visión y una misión: “Me encuentro con este grupo de chamacos de 13 y 14 años de edad que ya llevaban como seis meses tratando de montar lo suyo, y llego yo – el guapetón de barrio que ya tenía 19 años – y recuerdo que entré al auditorio, le clavé un puñal al piano de cola y les dije ‘de ahora en adelante yo soy el líder de esta banda’. Yo tenía una visión. Les dije que si se quedaban conmigo les prometía que íbamos a entrar de lleno en este negocio. Ensayábamos todos los días y yo desarrollé un estilo. Tenía mis limitaciones en cuanto a las cosas que podía hacer, pero le saqué el mayor partido a lo que tenía en ese entonces. El boogaloo estaba por explotar en ese entonces y ellos estaban cantando en inglés. Yo convencí a un cantante de nombre Joe Pagán para que cantara este tema y él lo intentó, pero no estaba funcionando. Entonces él, de malas, me dice ‘bueno, y tú como eres tan sabihondo, ¿por qué no la cantas?’. Y el resto fue historia. Lo canté yo y los muchachos me dijeron ‘ok, tú lo cantas’. Yo era ahora quien cantaba las canciones en inglés de la banda, amén de líder y pianista”, cita el escritor Tommy Muriel.

Pero el joven Bataan aún no se separaba de su reputación de pandillero y delincuente de barrio. A medida que su banda empezaba a ser contratada y a tocar en bailes, fue necesario darse a conocer, así que mandaron imprimir tarjetas que repartían, las cuales, hasta abajo, decían “call Joe, Bataan or Carmen”, acompañado de los respectivos números de teléfono. Pero alguien interpretó mal y pensó que Joe y Bataan eran el mismo sujeto, así que empezaron a referirse a él como Joe Bataan. “Me cambió la vida porque me ayudó a borrar buena parte de ese pasado nebuloso como pequeño gánster recorriendo el East Harlem y rompiendo ventanas. La gente desconocía que este Joe Bataan y el Bataan original éramos la misma persona. No me identificaban tal cual hasta mucho después. Quizá mucha gente se sorprendió de que yo pudiera hacer tal cambio en mi vida”, cita Muriel.

En plena explosión del boogaloo, Bataan y sus músicos anduvieron batallando entre disqueras amafiadas y sellos en quiebra hasta que el ingeniero de grabación Irv Greenbaum le entregó unas cintas a Jerry Masucci y Johnny Pacheco, que buscaban talento para expandir su naciente sello, Fania. Así, Bataan fue fichado por Fania en 1966, año en que grabaron “Gypsy woman,”, disco que, como dato anecdótico, fue grabado en sólo 4 horas, y todo porque, debido a las experiencias previas, Bataan desconfiaba, así que decidió sacarle el máximo provecho al estudio con el temor a que, si decidían continuar al día siguiente, Fania pudiera cambiar de opinión durante la noche y cancelar todo.

A partir de ahí empezó el éxito de Joe Bataan, pues cantar en inglés un género afrolatino no sólo le dio popularidad entre hispanos, sino que le abonó oyentes afroamericanos. Con ese sonido que no se reducía al boogaloo ampliaron el espectro porque además interpretaban baladas de corte rhythm and blues hasta lograr el sonido que pondría a Bataan en el trono como “rey del latin soul”, género, igual que él, producto del mestizaje.

Y es que, luego de los exitosos discos “Gypsy woman”, “Subway Joe” (1967), el consagratorio “Riot” (1968) y “Poor Boy” (1968), en 1969 y en vista de la popularidad de Bataan, surgió el ambicioso “Singing Some Soul,” donde Joe hacía su propio crossover al estilo Motown y donde, en lugar de su propia banda, lo acompañan los músicos de ese legendario sello de la música afroamericana.

En 1970 Bataan retomó el trabajo con su banda original y lanzó “Mr. New York and the East Side Kids”, para luego sacar esa belleza de disco que es “St. Latin’s Massacre”, en 1972.

La era de Bataan en Fania terminó con otro disco extraordinario: “Sweet Soul”, en el que retoma el sonido Motown.

El fenómeno neoyorkino del latin soul, encabezado por Joe Bataan y como heredero del boogaloo, se sincronizó a la perfección con el bron eyed soul de la costa Oeste, también encabezado por músicos de origen hispano.

El brown eyed soul, chicano soul, hispanic soul o como guste llamarle, fue, como en Nueva York el boogaloo, el latin soul o la salsa, la respuesta de los jóvenes hispanos de segunda o tercera generación que querían un sonido propio en cuanto a su edad y su identidad étnica, sobre todo en zonas como el sur de California -más que nada en el este de Los Ángeles (el mítico East Los)- y San Antonio, Texas.

En el caso de la costa Oeste, la música chicana se nutrió desde la década de los 50 del jazz, el blues, el doo wop, el jump blues, el rock, la música ranchera, los ritmos del norte de México y la naciente música de conjuntos de Texas. Más tarde recogieron influencias del R&B afroamericano y, como resultado, este soul latino surgió de la música soul afroamericana.

Pero mientras el latin soul neoyorkino conservaba una herencia afrocaribeña, la música latina de la costa Oeste comenzó a volverse un soul más romántico, producto de la influencia del doo wop y el Philadelphia soul. Aunque eso no impidió el surgimiento de músicos como Santana, El Chicano, Malo, Tierra, War o uno de mis percusionistas favoritos y culpable de mi enamoramiento del latin jazz: Poncho Sánchez, nacido en Texas pero formado musicalmente en California.

Volviendo con Joe Bataan, además incursionó en los albores del rap. En 1980, estando en el estudio, se tenía programado que Jekyll & Hyde grabaran un tema titulado “Rap-o-clap-o”, pero nunca llegaron y todo estaba pagado en el estudio, así que Bataan lo grabó. En sólo dos semanas ese sencillo le dio la vuelta al mundo, disputando posiciones con un clásico del rap de la época, “Rappers delight” de The Sugar Hill Gang.

¿Por qué le cuento todo esto? Ah, es que venía en el coche escuchando un clásico de Bataan, “Mestizo”, que refleja a la perfección el espíritu en su música. Con un sonido muy funky, es un himno y grito de aliento a mantener la unidad de todos los que comparten una herencia. Y es que, como le decía más arriba, un hijo de filipino y afroamericana creciendo entre puertorriqueños, cantando en inglés y español, sabe de lo que habla cuando dice que “Mestizos por toda la tierra / mantente firme sobre tu nacimiento”. Es cuánto.